Cada día caminas por la misma calle de vuelta a casa, estás cansado...esa monotonía te sumerge en una neblina que lo uniforma todo pero si la salvas, a veces, sólo a veces encuentras algo.
Son las cinco de un día laboral, la gente tiene prisa, en esta calle suelen haber mendigos en los portales a todas horas, son caras conocidas, tengo un cariño especial por uno. Tendrá unos cincuenta años, entre sus bártulos bien ordenados coloca una sillita plegable y se sienta muy rígido mirando siempre el horizonte, en invierno tiene un fogón pequeño de color azul donde calienta agua, luego saca su taza, ya muy bebida, y vierte el líquido, a continuación,
con mucha delicadeza saca una cajita de cristal con bolsitas de té y se hace una infusión. Tranquilamente el inglés se lo bebe, muy elegante, con las piernas cruzadas y bien erguido.
En una calle llena de tráfico, gente sin tiempo y humo son las cinco de la tarde; la hora del té.